Desde el pasado 22 de diciembre estamos oficialmente en invierno, lo que significa que hará más frio, pero también que poco a poco tendremos más horas de luz.

Esta época nos afecta tanto a nivel físico como emocional aunque la mayoría de las ocasiones no lo notemos.

¿Cómo nos afecta el invierno físicamente?

El frío tiene efectos sobre el cuerpo humano, esto es inevitable aunque dispongamos de calefacción y otros medios para que la sensación térmica no sea extrema.

Más propensión a resfriados y gripes.

Llegando el invierno las defensas bajan y esto, sumado a los cambios de temperaturas entre las zonas con calefacción y el ambiente exterior hacen que sea mucho más fácil contraer gripes y resfriados. La debilitación de las mucosas y una agresión mayor hacen que se produzcan más procesos de irritación e inflamatorios.

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Mayor riesgo de infartos

El frío hace que los vasos sanguíneos se contraigan. Es la respuesta natural ante la necesidad de conservación del calor corporal. Esto hace que en invierno se produzcan un 20% más de infartos de miocardio.

Tendencia al aumento de peso

En invierno consumimos alimentos con más aporte calórico, algo necesario, si bien, en lugar de limitar las cantidades y comer con más frecuencia, mantenemos los hábitos del resto del año, por lo que tendemos a acumular más grasa en nuestro cuerpo.

Si a esto le sumamos que con el frío la actividad deportiva se reduce drásticamente y que es época de celebraciones familiares y con amigos, es perfectamente normal que lleguemos a febrero con varios kilos de más.

Problemas de piel

A pesar de lo que muchas personas creen, la deshidratación también ocurre con temperaturas bajas y la piel es una de las primeras en notarlo. Debido a esto es habitual encontrar más casos de dermatitis atópica, sabañones y otras afecciones.

Problemas articulares

Las artritis y otras dolencias también se agravan, en parte por esta deshidratación como ya vimos en este artículo y en parte por la sensación de frío y humedad.

¿Cómo nos afecta el frío emocionalmente?

Más riesgo de depresión

La falta de horas de luz y el descenso de la actividad física hacen que los niveles de melatonina y serotonina se encuentren descompensados. Estas dos hormonas son las que regulan los ciclos de sueño y vigilia, el estado de ánimo y la “energía” que tenemos a lo largo del día.

Con el descenso de las horas de luz el número de casos de depresión aumentan, así como otros problemas de sueño y comportamiento.

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